lunes, 21 de junio de 2010

Villa Juárez, Nayarit 5


Alberto Enrique Padilla Ayón.

Con la alegría de haber rebasado "febrero desviejadero" de 2010 y para festejarlo, fui en busca del Pino Cibrián a Villa Juárez Nayarit, pero no lo encontré. Le pregunté por él, a su vecina y comadre que como son en los pueblos, curiosa atisbaba entre cortinas improvisadas, la cual pronta me dio la información, haciendo notar como si fuera milagro, que se había levantado muy temprano barriendo el patio y que "aluego" se había ido a la "casa de los Galán".


De con el Profe Pino y circulando, como me lo dijo "la cuata", por el callejón del camposanto ejidal y tomando por la calzada que es la "recta final" de quienes dejan este valle de pesares, transité hasta dos calles antes de llegar a la primaria "Gual Vidal" y una cuadra a la izquierda, en esquina y a espaldas del centro de salud. En ese momento pasaba una rolliza hembra y le pregunté por la casa de Alberto Galán, muy amable como son las trozadeñas, apuntó con un ligero sube y baja de sus ojos y me dijo: ¡aquí! Luego con un dejo de orgullo del susodicho y como para que no volviera a llamarlo por ese nombre me corrigió: ¡aquí lo llamamos el güero Alberto y su papá era "Alberto Galán".


Llegué a la casa de los Padilla Ayón mejor conocidos por los galán, apodo que les viene desde que Don Alberto Padilla, jefe de la familia, era el galán de la jefa de familia, Doña Socorro Ayón" En casa de muros altos del doble de lo acostumbrado, columnas abultadas de más de cincuenta por cincuenta, una bóveda de catedral y con una fachada de "diseño moro" donde destaca su amplio pórtico y con un amplio y hermoso patio que refleja el buen gusto por las plantas que tienen las mujeres villajuarenses, sobre todo, se distinguen en ese edén, los corpus más floridos, las palmeras de los coquillos más exquisitos que haya degustado y sin desmerecer, "Carlitos" un bellísimo pavo real de cola extralarga y hermosísmo plumaje azul énfasis, ahí en plácida estancia, donde tuve el privilegio de felicitar a la pava real por la postura de su primer huevo, encontré a mi ex compañero y actualmente mi amigo: El Pino.


Llamé por la puerta principal, atendió mi llamado, Socorrito la dama mayor de la familia Galán, agraciada señora de esbelta figura con esbozados plisados faciales, pelo medianamente entrecano y que aún conserva nítido parecido a aquella mamá que con gran responsabilidad atendía la educación familiar y escolar de sus hijos, entre los que más rememoro a la alegre Bertha Alicia y al apuesto y juicioso Alberto Enrique, los cuales figuraban entre el grupo selecto de los "ordenados e inteligentes alumnos" que abundaban en la cantera escolar hasta por los años setenta. Socorrito, me hizo pasar hasta el florido patio doméstico y Alberto me encontró y antes que le pasara el shock, nos dimos un abrazo, el de él fue de sorpresa y estoy seguro que el mío fue más expresivo y con el cariño que prodiga un padre a su hijo ausente por largo tiempo.


El Alberto Enrique de ahora guarda una gran diferencia al adolescente que cursaba la secundaria en la añorada "Elías Reyes", que es es el que conservaba hasta ese día en mi memoria. Este último, era un chico moreno claro, esbelto, alto para sus trece o catorce años, bien proporcionado desde los pies a la cabeza, serio, con cierta arrogancia expresada por el mentón recogido y el torax laxo ligeramente echado hacia atrás, en síntesis, un "goyesco bailaor de flamenco". El de ahora, es blanco, ojos claros de tono impreciso, pelo enmarañado con rizos entrecanos, con una corpulencia medianamente musculosa, más sociable y con unas manos de modisto fino que se sienten cuando saluda... a los que prodiga afecto. De los dos Albertos, me quedo con el adulto, el adolescente ya es una ilusión, el actual es una realidad creativa, fina, artista, talentosa, noble y sobre todo que ama las expresiones de su sentimiento.


¡Me pasé una horas de éxtasis! Recordar con Socorrito lo vivido, fue constatar de que he sido verás cuando he afirmado que son únicas las mujeres de Villa Juárez y que duele saber que el tiempo inexorablemente ha cumplido su tarea con la desaparición de algunas y las dificultades de salud que pasan otras. Con Alberto no hice memoria, simplemente lo escuché y sin desatenciones, conocí los pormenores olvidados y desconocidos de sus papás, de sus hermanos y hermanas, de sus amigos y compañeros, de sus actividades actuales, de su formación, de bien ganarse el sustento y mejor vivir, de los lugares por donde ha estado, de las satisfacciones alcanzadas y de lo que todavía le falta por hacer. Escuchar la voz del Alberto de ahora y con la imagen del Alberto púber, fue la EVOCACION del pasado para prolongarme hasta el último hálito y después de este reencuentro: ¡Dios mío! Hazme reandar lo andado. Maestro E. F. R.


En cualquier momento, lugar y circunstancia, me sentiré dichoso de Alberto Enrique, porque sentirlo, es reconocerlo como testimonio de lo que fuimos capaces de hacer con él y muchos más, la generación de los profesores rurales de los años 65-75 en Villa Juárez, Nayarit. Me despedí de Socorrito, El Pino, sus compañeros de labores y del anfitrión que gentilmente me acompañó hasta el punto de partida, con la voz entrecortada y las lágrimas que asomaban, repetí el abrazo del reencuentro y acertaste Albertito con lo que le dijiste a tu mamá: El profe va profundamente emocionado.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que alegria y dolor me han causado sus memorias de mi pueblo, mis amigos y mi familia. Puede ser que mis recuerdos esten coloreados por la ausencia, pero me ha hecho volver a vivir hasta el miedo y respeto que imponia el profe Figueroa. Le agradezco todos los elogios dirigidos a mi Mama Socorro y mi hermano Alberto Enrique que por supuesto estan bien merecidos. Me parece que tenemos en comun el amor por el arte de el profe Pino. Gracias por todos sus esfuerzos por ayudarnos a dejar una huella de nuestro paso. Con eterna gratitud
Bertha Alicia Padilla Ayon