sábado, 29 de diciembre de 2007

San Juan Peyotán.


Sierra Madre Occidental.
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1961-1962. Como profesor con "plaza federal", se me asignó en la comunidad mestiza de San Juan Peyotán del municipio de El Nayar, por allá, donde subir un cerro era Jalisco, ir al campo aereo era Durango y caminar un poco más era Zacatecas, es decir, en la Sierra Madre Occidental.


San Juan, era, es y seguirá siendo, un pueblo viejo de los que solo se ven en las películas y al que han abandonado generación tras generación. Es un pueblito, que Conrado, un ex alumno del lugar me lo describe cuando lo encuentro y le pregunto como está tu pueblo: "igual profesor, lo único diferente es la escuela, el centro de salud y que ya hay agua y luz, pero en cuanto lo demás, las mismas casas de adobe y techos de teja cruda o paja, las mismas calles pedregosas y los corrales de piedra, los "perros" como siempre flacos y la gente enferma de lo que Usted ya sabe".


Un año y tres meses, que no fueron tan malos, por que de joven se aguanta eso y más, pero también, prestigia y produce satisfacción. En peores condiciones que las descritas por Conrado, en San Juan se desarrolló mi vocación, educando niños y niñas, entre los que se encontraban, Conrado y los hermanos Adán y Ezequiel Navarrete Arellano, éstos últimos, cuando su familia emigró, se hicieron profesores destacados con licenciaturas de UPN y de la ENSN.


En la sierra, el que se abandona a las circunstancias, termina en condiciones no deseables, por lo tanto, "ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre" y como decía mi inspector escolar Gonzalo Alegría Arredondo: "entre semana la enseñanza-aprendizaje, como se pueda y con lo que se pueda , además, los tiempos libres convivan con los vecinos, que su amistad les hace falta". Claro el lugar de convivencia de los vecinos era la escuela y el centro de salud de la Brigada de Mejoramiento Indígena, donde por las tardes se daban cita diaria, las mujeres a aprender algunas actividades y los hombres a jugar volibol, ¡ah, que buenos jugadores eran y que buenos encuentros se realizaban!, apoyando a Raúl Medina “El Tripas”, organizamos una selección serrana que le ganó al campeón nacional, la Escuela Normal de Jalisco con todo y su jugador estrella “El Piola”, éste con los años fue Director General de los Servicios Educativos Públicos en el Estado de Nayarit (SEPEN).

Desde San Juan Peyotán, en mis "chiroteos", conocí la región alta del municipio más grande del estado de Nayarit y algunos amigos, como mi gran compadre Rodrigo Medina, Tomás González y “el Sefero”. En esa región, supe lo que es comer frijoles del "alma negra" con chile macho y sabrosas tortillas de puro maíz recién hechas a mano serrana, manjar al que no tienen acceso muchas familias indígenas, desde ese entonces, en San Juan Peyotán ya se sufría el flagelo de la tuberculosis en más del 60% de las familias, la promiscuidad familiar y la atrocidad de algunos usos y costumbres, herían los sentimientos humanos. Si es cierto, de la terminación de la carretera Ruiz-Zacatecas, confío que San Juan como portezuelo natural, tenga mejor destino.





Epílogo de: Refranero 4. Autor: Ezequiel Navarrete Arellano.


Los refranes y los dichos son expresiones que surgen del pueblo, cada uno de ellos nos transmite una enseñanza y nos invita a una reflexión; no en balde reza uno de ellos: los dichos de los viejitos, son evangelios chiquitos.

Refranero 4 contiene 307 refranes descritos en lenguaje popular, y aunque sé que nadie vende su caballo por bueno... sé también que para muestra basta un botón; porque ni espuelas ni sombrero, al buen charro se le conoce en la monta y floreo de reata; pues no es más mono el que se viste, sino el que mejores piruetas hace.

No piensen que saludo con sombrero ajeno, el estilo es 100 % de la sierra nayarita, señal de que por acá también se cuecen habas; échele un vistazo al producto y sabrá que pa’ los trompos son las cuerdas; para los cintos la pita; y para el gusto de un serrano... la gracia de una mujer bonita.




Puerta de Mangos


Calistro.




1960-1961. Se cierra mi ciclo como profesor comunal o por cooperación y en un lugar, del cual guardo los mejores recuerdos, con un director, como Gabriel Gómez Hernández con quien me mantuve ligado por muchos años y con buenas compañeras de la "vieja guardia" que siempre rondaban al compañero Gabriel, para sentirse protegidas de quien empezaba a destacar como líder de la histórica 10a. zona escolar de escuelas primarias, que era en ese entonces, la que contaba con mayor personal y escuelas en la entidad.

El "Pechi", que era su apodo de pila normalista, tuvo necesidad habitual de entrada de ampliar el número de grupos y me pidió que lo apoyara con ese propósito. Correspondiendo a su compañerismo lo acompañé en todas sus inquietudes y de diario, en las reuniones de amigos de la comunidad que eran amenizadas por Gabriel, con anécdotas que a base de repetirlas con ingredientes nuevos, parecía que nunca se le agotaban.

Con Gabriel entendí lo importante que es para un profesor de escuela -rural, semiurbana o urbana-, ganarse el cariño y el apoyo de los vecinos donde se desempeña. Los vecinos le correspondieron, brindándole una amistad y muchos compadrazgos por siempre. No terminé, el año escolar en la escuela de Puerta de Mangos, porque las buenas referencias del “Pechi”, la relación con Agripino Ramos de Botadero y la influencia del dirigente sindical Salvador Langarica Cabrera, hicieron posible, se me concediera la plaza de profesor federal.



Semblanza: Gabriel Gómez Hernández.



Muy dado a poner sobrenombres a sus compañeros, Gabriel no se escapó de que se los regresarán, fueron varios los apodos con que lo etiquetaron y lo recuerdo por el más cariñoso de ellos: “Pechi”.

Gabriel era de Buenavista, como dicen los tapatíos, “por ahí del rumbo de Ameca Jalisco”, donde todavía deben de radicar algunos de sus hermanos. Su padre, era un simpatiquísimo viejo, bien parecido, de pelo rizado desordenado y bigote arriscado, muy platicador de leyendas paranormales y de los pormenores de sus coterráneos. Su madre, toda una dama formal a la usanza tradicional, enagua hasta los tobillos, mangas hasta las canillas y zapatos cerrados con tacón a media altura, además, era muy religiosa, cubría la cabeza con rebozo de seda hasta cuando rezaba el rosario en casa y de un gran respeto para Don Salvador su marido. El Pechi, era una réplica exacta de su señor padre, daba la impresión que gozaba con caracterizarlo y todavía, agregaba detalles que le eran muy originales. Sus travesuras, sus dichos, sus historietas y sus ocurrencias, trascendieron por todo el territorio nayarita.

Lo traté por muchos años, aún cuando en la mitad de ellos nos mantuvimos a una prudente distancia, la relación, el aprecio y el apoyo mutuo, siempre se hicieron patentes. Más de un favor personal le debo, pero, lo que más le agradezco es haberme dispensado su amistad.

Su simpatía era arrolladora, muchos intentaron repetir sus gracias, pero el Pechi era inimitable. El Pechi tenía ángel, lo cual irradiaba a sus amistades. Eran célebres sus tertulias con los amigos y los profesores de las comunidades donde el trabajó, para ello, cualquier rincón era bueno para la rueda que se prolongaba hasta deshoras de la noche. En cuarenta y seis años y seis meses de servicio, no conocí, a ningún profesor con el ascendiente popular como el del Calistro, como se le conoció también, en Boca del Camichín y Puerta de Mangos, primeras comunidades costeñas donde dejó sus recuerdos.

Fue líder de su zona de trabajo, impulsó a sus compañeros a fundar las primeras secundarias por cooperación, se enfrentó al Pagador Regional de la Federación, el cual, fue a parar a las Islas Marías y mantuvo en su región la primera lucha anticaciquil del magisterio en Nayarit. En la Escuela Normal Superior de Nayarit fue excelente Presidente de la Sociedad de Alumnos.

También fue dirigente sindical seccional por más de quince años, Inspector Escolar y Jefe de Sector Educativo, en esta función se encontraba cuando una embolia cerebral lo imposibilitó. Después de una prolongada y sentida incapacidad dejó de existir. Su velatorio, reunió a la gran mayoría de sus amigos y fue exactamente, como a Gabriel le gustaban, respetuosos y con un ambiente pleno de anécdotas y vivencias del difunto, que en su caso, por ser tantas y tan recordadas, la noche se nos hizo corta. Su sepelio fue de lo más sentido, como que si “se requiere más valor para sufrir que para morir”.

Jamás habrá otro como Gabriel “El Pechi” y su memoria nos acompañará siempre, por que estoy seguro, que allá, el carismático y soñador contestatario, el ingenioso y simpático cuentista y el generoso defensor de los amigos, nos está esperando para “reandar lo andado”.

jueves, 27 de diciembre de 2007

El Botadero


Aguilas.



1959-1960. Con un año de experiencia, todo era más fácil, Ciro Hernández Capetillo, me contrató como profesor comunal para hacerme cargo de un grupo de chicos de ambos sexos que se habían rezagado. Un grupo único de excelentes alumnos y alumnas, entre ellos, Francisco "El Coco" Villafuentes, a la postre, compañero profesor y amigo. Ambiente inmejorable con los compañeros y con los jóvenes de la comunidad, aprovechando la oportunidad de jugar con el mejor equipo de beisbol que ha habido en la costa nayarita: Las Aguilas de Botadero.




Ciro Hernández Capetillo.



Vecinos en Santiago Ixcuintla, estuvimos en la misma escuela secundaria. Su fortaleza física y su aspecto hosco y malhumorado lo heredó de su padre, Don Elpi, un hombretón que infundía respeto y que hacía en la escuela funciones múltiples y al que todos le temíamos, pues era el encargado de disciplinarnos cuando el control de nuestras travesuras lo requería. La reciedumbre, de Don Elpi era aparente, porque nunca se supo que abusara de ella y su hijo también tuvo esa y todas las virtudes de su progenitor.


Terminando el ciclo secundario se fue a la Escuela Normal de Xalisco y luego de tres años de estudio se graduó de Profesor Normalista. Las autoridades educativas lo adscribieron como profesor de grupo y director comisionado de la escuela primaria de El Botadero, en ese lugar como en todos donde estuvo su labor fue bastante meritoria y se le conocía lo suficiente y hubiera gozado de más imagen si no fuera muy introvertido.


Al Profesor Ciro, la Escuela Normal Superior de Nayarit, le brindó la oportunidad de ser de los primeros egresados de la Especialidad de Física y Química, ahí tuvo la oportunidad, de tener como profesor en materias de la especialidad a un ameritado Ingeniero Químico que la ENSN contrató para fortalecer su curso único, el de verano. El Ingeniero Chagoyán, una de las leyendas académicas de la benemérita normal, egresó la generación de Ciro y todos sus miembros, se vanagloriaban de la capacidad que su maestro les había heredado.


Como docente, Ciro, fue eminentemente un profesor de escuelas primarias por tener la categoría y plaza de Director, luego, la escuela preparatoria de la Universidad Autónoma de Nayarit lo aprovechó hasta su jubilación. Tuve la oportunidad, de conocer su didáctica en la Física y la Química en las primeras escuelas secundarias por cooperación del valle, donde coincidimos como docentes. En un rincón del aula, sobre un destartalado escritorio, con botellas cerveceras, medias botellas vinateras recortadas, batidores de alambrón, cucharas y platos de peltre, así como, las sustancias que los alumnos aportaban por cooperación, fui testigo, del milagro de la experimentación dirigido por Ciro. Por años lo vimos hacer sus prácticas medievales y que sus alumnos aprendieran la Física y la Química, en reconocimiento, sus alumnos lo homenajearon - como ellos lo hacen cuando saben reconocer los méritos de alguien -, bautizándolo cariñosamente y en el buen sentido, como Ciro Peraloca.