sábado, 29 de diciembre de 2007

Puerta de Mangos


Calistro.




1960-1961. Se cierra mi ciclo como profesor comunal o por cooperación y en un lugar, del cual guardo los mejores recuerdos, con un director, como Gabriel Gómez Hernández con quien me mantuve ligado por muchos años y con buenas compañeras de la "vieja guardia" que siempre rondaban al compañero Gabriel, para sentirse protegidas de quien empezaba a destacar como líder de la histórica 10a. zona escolar de escuelas primarias, que era en ese entonces, la que contaba con mayor personal y escuelas en la entidad.

El "Pechi", que era su apodo de pila normalista, tuvo necesidad habitual de entrada de ampliar el número de grupos y me pidió que lo apoyara con ese propósito. Correspondiendo a su compañerismo lo acompañé en todas sus inquietudes y de diario, en las reuniones de amigos de la comunidad que eran amenizadas por Gabriel, con anécdotas que a base de repetirlas con ingredientes nuevos, parecía que nunca se le agotaban.

Con Gabriel entendí lo importante que es para un profesor de escuela -rural, semiurbana o urbana-, ganarse el cariño y el apoyo de los vecinos donde se desempeña. Los vecinos le correspondieron, brindándole una amistad y muchos compadrazgos por siempre. No terminé, el año escolar en la escuela de Puerta de Mangos, porque las buenas referencias del “Pechi”, la relación con Agripino Ramos de Botadero y la influencia del dirigente sindical Salvador Langarica Cabrera, hicieron posible, se me concediera la plaza de profesor federal.



Semblanza: Gabriel Gómez Hernández.



Muy dado a poner sobrenombres a sus compañeros, Gabriel no se escapó de que se los regresarán, fueron varios los apodos con que lo etiquetaron y lo recuerdo por el más cariñoso de ellos: “Pechi”.

Gabriel era de Buenavista, como dicen los tapatíos, “por ahí del rumbo de Ameca Jalisco”, donde todavía deben de radicar algunos de sus hermanos. Su padre, era un simpatiquísimo viejo, bien parecido, de pelo rizado desordenado y bigote arriscado, muy platicador de leyendas paranormales y de los pormenores de sus coterráneos. Su madre, toda una dama formal a la usanza tradicional, enagua hasta los tobillos, mangas hasta las canillas y zapatos cerrados con tacón a media altura, además, era muy religiosa, cubría la cabeza con rebozo de seda hasta cuando rezaba el rosario en casa y de un gran respeto para Don Salvador su marido. El Pechi, era una réplica exacta de su señor padre, daba la impresión que gozaba con caracterizarlo y todavía, agregaba detalles que le eran muy originales. Sus travesuras, sus dichos, sus historietas y sus ocurrencias, trascendieron por todo el territorio nayarita.

Lo traté por muchos años, aún cuando en la mitad de ellos nos mantuvimos a una prudente distancia, la relación, el aprecio y el apoyo mutuo, siempre se hicieron patentes. Más de un favor personal le debo, pero, lo que más le agradezco es haberme dispensado su amistad.

Su simpatía era arrolladora, muchos intentaron repetir sus gracias, pero el Pechi era inimitable. El Pechi tenía ángel, lo cual irradiaba a sus amistades. Eran célebres sus tertulias con los amigos y los profesores de las comunidades donde el trabajó, para ello, cualquier rincón era bueno para la rueda que se prolongaba hasta deshoras de la noche. En cuarenta y seis años y seis meses de servicio, no conocí, a ningún profesor con el ascendiente popular como el del Calistro, como se le conoció también, en Boca del Camichín y Puerta de Mangos, primeras comunidades costeñas donde dejó sus recuerdos.

Fue líder de su zona de trabajo, impulsó a sus compañeros a fundar las primeras secundarias por cooperación, se enfrentó al Pagador Regional de la Federación, el cual, fue a parar a las Islas Marías y mantuvo en su región la primera lucha anticaciquil del magisterio en Nayarit. En la Escuela Normal Superior de Nayarit fue excelente Presidente de la Sociedad de Alumnos.

También fue dirigente sindical seccional por más de quince años, Inspector Escolar y Jefe de Sector Educativo, en esta función se encontraba cuando una embolia cerebral lo imposibilitó. Después de una prolongada y sentida incapacidad dejó de existir. Su velatorio, reunió a la gran mayoría de sus amigos y fue exactamente, como a Gabriel le gustaban, respetuosos y con un ambiente pleno de anécdotas y vivencias del difunto, que en su caso, por ser tantas y tan recordadas, la noche se nos hizo corta. Su sepelio fue de lo más sentido, como que si “se requiere más valor para sufrir que para morir”.

Jamás habrá otro como Gabriel “El Pechi” y su memoria nos acompañará siempre, por que estoy seguro, que allá, el carismático y soñador contestatario, el ingenioso y simpático cuentista y el generoso defensor de los amigos, nos está esperando para “reandar lo andado”.

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