miércoles, 28 de julio de 2010

EL LEGADO DE MI MADRE



"Quiero ser madre y maestra.
Madre, para amar y orar.
Maestra, para enseñar y dar".
Anónimo.
"El Legado de Doña Oli"

Posiblemente de 15 años, en 1927 no más, ingresó de profesora rural por una invitación que le hiciera la Profesora Concepción Ruiz, vecina y amiga que ya prestaba sus servicios en la comunidad de Otates del municipio de Santiago Ixcuintla. Ante la resistencia de mis abuelos por su bajita estatura, su frágil cuerpo y su escasa edad, presentó su solicitud ante las autoridades educativas, las cuales, pedían como requisitos a los aspirantes, que hubiesen terminado su Educación Primaria y que presentasen su solicitud manuscrita, como la aspirante Olivia Romero Rivera, tenía una hermosa letra cursiva sin falta de ortografía, sabía leer respetando símbolos y acentos y además algo que se apartaba de lo común, sabía las operaciones hasta la raíz cuadrada y resolvía problemas de regla de 3 simple y compuesta, por todo ello, se le dio nombramiento en la comunidad de Pimientillo, municipio de Tuxpan Nayarit.



Mi Abuelita, Doña Oli.

Como otros días, espero que mis hijos partan a la escuela aún en la obscuridad. De repente, el teléfono suena, con trabajo percibo que el número telefónico no es de Querétaro. Al otro lado de la línea, parco en palabras pero con voz profunda, escucho a mi padre que me avisa que mi abuelita, Doña Oli, su mamá, ha fallecido.

Frecuentemente, anteponiendo la expresión “cuando fui profesora” y sintiéndose orgullosamente mi compañera, me hacía algunos comentarios de su corta permanencia en las filas del magisterio rural, con los cuales, recordaba con exaltación haber encauzado a sus alumnos en la adquisición de la lectura, la escritura y el cálculo, con maneras serenas y plenas de generosidad, además, de haber contribuido entusiastamente al mejoramiento de las comunidades con sus aportaciones alfabetizadoras, recreativas y sobre todo domésticas, por éstas últimas, mantuvo de por vida una esmerada predilección, entre ellas la significaban, el punto de cruz, el deshilado y el tejido de hilos y estambres, pero con su exquisita cocina mexicana se granjeaba a su familia y el pollo blanco y la capirotada de piloncillo, son comentario obligado de sobremesa entre sus nietos y bisnietos que mucho la extrañan.

A esa hora el cerebro aún no coordina complicados pensamientos, solo acierto a responderle: ¡Al rato estaré por allá!, para después quedar impávida, vacía hasta de pensamientos, solo el corazón al expandirse por profunda inspiración, me recuerda que formo parte de los de acá.
Realmente pasan a lo largo de las horas, muchas cosas. Arreglos por aquí, llamadas por allá, encargos más allá; pero esos instantes se vuelven etéreos, brumosos, pareciera que más que estar escribiendo mi día, estoy viendo una película.

Inquieta, sociable y agradable, Doña Oli, compartía con las y los jóvenes de la comunidad sus tiempos libres, de noche para la alfabetización y de fin de semana, recorriendo como esparcimiento, los manglares, las pescas y las cañadas de la zona estuarina de las llamadas Haciendas. Mi Madre, fue de 1930-1935 una Profesora Rural de tiempo completo, improvisada pero de gran profesionalismo, que ejercía la más noble de las profesiones con muchos sacrificios y extraordinaria dedicación, es decir, con la mística que inspiró a Don Rafael Ramírez para poner las bases de la Gloriosa Escuela Rural Mexicana.

Realmente pasan a lo largo de las horas, muchas cosas. Arreglos por aquí, llamadas por allá, encargos más allá; pero esos instantes se vuelven etéreos, brumosos, pareciera que más que estar escribiendo mi día, estoy viendo una película.
Después de horas, llego al lugar donde yace mi abuelita. Después de estar con mi padre, me acerco a darle el adiós, es increíble la paz de su cara. Tanta que hasta para mi alcanza. Y a mi pensamiento llega su alegría cuando alguien la visitaba o la invitaba a salir.
Oficialmente murió a los 93 años, pero yo desde que la recuerdo ya tenía el pelo cano, aunque siempre con una energía y alegría de quinceañera

Doña Oli, fue una persona responsable de por vida, por eso, cuando se le presentó la disyuntiva “casa o trabajo” planteada por Don José Figueroa Guerrero, aceptó la primera opción, ella decía que ni intentó las dos, porque “el que a dos amos sirve con uno queda mal”. Se dedicó a la atención de su esposo, hijos y hogar, en donde desempeñó a satisfacción y con “gratia plena” el de abnegada madre. Mi Madre, no se desligó inmediatamente de la docencia, en ella estuvo inmersa mientras sus hijos estuvieron en la educación básica, ocupándose en su Escuela Hogar de conducir las tareas extraclase, perfeccionar la lectura y la escritura, afianzar conocimientos de cálculo y la lectura recreativa. Para sus hijos fue una tranquila y capaz maestra, a los que educó dentro de las más severas normas de la época y para muestra un botón: “jamás permitió a uno de sus hijos un desahogo en contra de sus profesores”.

Ella fue muy importante en la época de mi secundaria, cuando a pesar de muchos atributos, logros y de un sentido de ser competente, sentía una profunda inseguridad en mi ser. Por otro lado, era una época muy linda, cada que la evocó me acompaña la calidez de un despertar. Fue la época cuando la coquetería quiere asomarse y con ella vienen los chicos, las fiestas, los galanteos. Ahí es donde mi abuelita se convierte en cómplice, ya que fue una de las pocas personas adultas (la más adulta) que con su actitud decía ¡adelante!. Disfrútalo, forma parte de la vida.
Obviamente esto hizo que mis ojos volteasen a verla y a observarla y a confrontar su forma de vida con lo que hasta ese momento yo había experimentado. Ella me mostró nuevos caminos:
El de reconocernos y gozarnos de ser mujeres, el de vivir nuestra feminidad como luz para embellecer al mundo.
El de ver la maternidad y la familia como una forma de trascender.
El gozo por las cosas pequeñas, desde su cigarro antes de iniciar las labores hasta la cocina que siempre disfrutó.
El de aceptar con alegría lo que la vida nos depara, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Y una conciencia social de siempre poder estar para otros, sin muchas complicaciones
.

El legado de mi Madre, fue el ejemplo para ejercer la más noble de las profesiones, la de educar, haciéndolo: con modestia, sin soberbia, con el ejemplo, suave y severo cuando se tiene que serlo, con reclamo de justicia, con humildad en el éxito, con generosidad y comprensión, con dignidad en el fracaso, con espíritu de servicio y con autoridad moral.

De alguna forma, o más bien de muchas formas, ella viene a hacerme conciente que hay más para mi persona.
Nuevamente fijo mi mirada en su féretro y percibo cómo a pesar de su corta estatura, ella parece invadir y trascender su última morada.
Mtro. Enrique Figueroa Romero y Xóchitl Figueroa López de Ocadiz






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