jueves, 29 de julio de 2010

MI PADRE



El Poder de una Mirada
Cuando era niña siempre me impactó la mirada de mi padre, parecía escudriñar y traspasar lo externo de los demás, para llegar a sus fibras más íntimas, lo metafísico para los griegos. Principalmente lo observaba cuando trataba o hablaba con sus estudiantes o compañeros de trabajo o compañeros de juego. Aun no entiendo como lo hacía, pero casi siempre podía enfocarse al mundo de potencialidades de esa persona.

Por ejemplo, me impactaba ver como en lo que para otros, era amenazante rebeldía, para mi padre era en muchos casos, fiereza para cuestionar lo existente y por tanto, posibilidad de cambio.

Obviamente yo no escape a esa mirada y con ansia la esperaba, para poder ver en “sus ojos espejo“, mi yo lleno te potencialidades.

¿qué veía de niña en esos ojos profundos? Realmente no lo recuerdo, pero si tengo “tatuado” aun en mi ser, lo que sentía: poder, magnificencia bondad, capacidad de crear y de dar; podían ser palabras que describieran el estado que esas miradas provocaban en mí.

En ocasiones, queremos decir cosas y ser escuchados por otros pero pocas veces somos concientes de que no solo con palabras podemos expresarnos, que vamos por la vida “hablando” sin hablar y del poder que un instante puede tener.

Víctor Frankl afirma “el hombre no es puesto en el mundo al nacer, sino al morir”, yo difiero y afirmo: “el hombre no es puesto en el mundo de la eternidad al nacer, ni al morir, sino cuando hace de un instante, una posibilidad de trascender”, como pudo hacerlo muchas veces mi padre con muchos alrededor, con el poder de su mirada que tan importante nos hacían sentir.

Esas miradas, han sido regalos de por vida para mi. Porque cada que lo deseo o necesito, las puedo evocar para acompañarme, para fortalecerme en momentos difíciles, para alegrarme, y también para, en agradecimiento por un regalo tan grande, comprometerme día a día, al amor a mis hijos y a tratar un poquito de comprender a otros.

Esas miradas forman ya parte del lenguaje sin palabras de mi padre, que no por silenciosas han sido menos valiosas, menos profundas y que hoy evoco diciendo:

¿Gracias padre, por tus miradas certeras que tanto me abrigan y sostienen?

Xóchitl Figueroa López.

miércoles, 28 de julio de 2010

EL LEGADO DE MI MADRE



"Quiero ser madre y maestra.
Madre, para amar y orar.
Maestra, para enseñar y dar".
Anónimo.
"El Legado de Doña Oli"

Posiblemente de 15 años, en 1927 no más, ingresó de profesora rural por una invitación que le hiciera la Profesora Concepción Ruiz, vecina y amiga que ya prestaba sus servicios en la comunidad de Otates del municipio de Santiago Ixcuintla. Ante la resistencia de mis abuelos por su bajita estatura, su frágil cuerpo y su escasa edad, presentó su solicitud ante las autoridades educativas, las cuales, pedían como requisitos a los aspirantes, que hubiesen terminado su Educación Primaria y que presentasen su solicitud manuscrita, como la aspirante Olivia Romero Rivera, tenía una hermosa letra cursiva sin falta de ortografía, sabía leer respetando símbolos y acentos y además algo que se apartaba de lo común, sabía las operaciones hasta la raíz cuadrada y resolvía problemas de regla de 3 simple y compuesta, por todo ello, se le dio nombramiento en la comunidad de Pimientillo, municipio de Tuxpan Nayarit.



Mi Abuelita, Doña Oli.

Como otros días, espero que mis hijos partan a la escuela aún en la obscuridad. De repente, el teléfono suena, con trabajo percibo que el número telefónico no es de Querétaro. Al otro lado de la línea, parco en palabras pero con voz profunda, escucho a mi padre que me avisa que mi abuelita, Doña Oli, su mamá, ha fallecido.

Frecuentemente, anteponiendo la expresión “cuando fui profesora” y sintiéndose orgullosamente mi compañera, me hacía algunos comentarios de su corta permanencia en las filas del magisterio rural, con los cuales, recordaba con exaltación haber encauzado a sus alumnos en la adquisición de la lectura, la escritura y el cálculo, con maneras serenas y plenas de generosidad, además, de haber contribuido entusiastamente al mejoramiento de las comunidades con sus aportaciones alfabetizadoras, recreativas y sobre todo domésticas, por éstas últimas, mantuvo de por vida una esmerada predilección, entre ellas la significaban, el punto de cruz, el deshilado y el tejido de hilos y estambres, pero con su exquisita cocina mexicana se granjeaba a su familia y el pollo blanco y la capirotada de piloncillo, son comentario obligado de sobremesa entre sus nietos y bisnietos que mucho la extrañan.

A esa hora el cerebro aún no coordina complicados pensamientos, solo acierto a responderle: ¡Al rato estaré por allá!, para después quedar impávida, vacía hasta de pensamientos, solo el corazón al expandirse por profunda inspiración, me recuerda que formo parte de los de acá.
Realmente pasan a lo largo de las horas, muchas cosas. Arreglos por aquí, llamadas por allá, encargos más allá; pero esos instantes se vuelven etéreos, brumosos, pareciera que más que estar escribiendo mi día, estoy viendo una película.

Inquieta, sociable y agradable, Doña Oli, compartía con las y los jóvenes de la comunidad sus tiempos libres, de noche para la alfabetización y de fin de semana, recorriendo como esparcimiento, los manglares, las pescas y las cañadas de la zona estuarina de las llamadas Haciendas. Mi Madre, fue de 1930-1935 una Profesora Rural de tiempo completo, improvisada pero de gran profesionalismo, que ejercía la más noble de las profesiones con muchos sacrificios y extraordinaria dedicación, es decir, con la mística que inspiró a Don Rafael Ramírez para poner las bases de la Gloriosa Escuela Rural Mexicana.

Realmente pasan a lo largo de las horas, muchas cosas. Arreglos por aquí, llamadas por allá, encargos más allá; pero esos instantes se vuelven etéreos, brumosos, pareciera que más que estar escribiendo mi día, estoy viendo una película.
Después de horas, llego al lugar donde yace mi abuelita. Después de estar con mi padre, me acerco a darle el adiós, es increíble la paz de su cara. Tanta que hasta para mi alcanza. Y a mi pensamiento llega su alegría cuando alguien la visitaba o la invitaba a salir.
Oficialmente murió a los 93 años, pero yo desde que la recuerdo ya tenía el pelo cano, aunque siempre con una energía y alegría de quinceañera

Doña Oli, fue una persona responsable de por vida, por eso, cuando se le presentó la disyuntiva “casa o trabajo” planteada por Don José Figueroa Guerrero, aceptó la primera opción, ella decía que ni intentó las dos, porque “el que a dos amos sirve con uno queda mal”. Se dedicó a la atención de su esposo, hijos y hogar, en donde desempeñó a satisfacción y con “gratia plena” el de abnegada madre. Mi Madre, no se desligó inmediatamente de la docencia, en ella estuvo inmersa mientras sus hijos estuvieron en la educación básica, ocupándose en su Escuela Hogar de conducir las tareas extraclase, perfeccionar la lectura y la escritura, afianzar conocimientos de cálculo y la lectura recreativa. Para sus hijos fue una tranquila y capaz maestra, a los que educó dentro de las más severas normas de la época y para muestra un botón: “jamás permitió a uno de sus hijos un desahogo en contra de sus profesores”.

Ella fue muy importante en la época de mi secundaria, cuando a pesar de muchos atributos, logros y de un sentido de ser competente, sentía una profunda inseguridad en mi ser. Por otro lado, era una época muy linda, cada que la evocó me acompaña la calidez de un despertar. Fue la época cuando la coquetería quiere asomarse y con ella vienen los chicos, las fiestas, los galanteos. Ahí es donde mi abuelita se convierte en cómplice, ya que fue una de las pocas personas adultas (la más adulta) que con su actitud decía ¡adelante!. Disfrútalo, forma parte de la vida.
Obviamente esto hizo que mis ojos volteasen a verla y a observarla y a confrontar su forma de vida con lo que hasta ese momento yo había experimentado. Ella me mostró nuevos caminos:
El de reconocernos y gozarnos de ser mujeres, el de vivir nuestra feminidad como luz para embellecer al mundo.
El de ver la maternidad y la familia como una forma de trascender.
El gozo por las cosas pequeñas, desde su cigarro antes de iniciar las labores hasta la cocina que siempre disfrutó.
El de aceptar con alegría lo que la vida nos depara, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Y una conciencia social de siempre poder estar para otros, sin muchas complicaciones
.

El legado de mi Madre, fue el ejemplo para ejercer la más noble de las profesiones, la de educar, haciéndolo: con modestia, sin soberbia, con el ejemplo, suave y severo cuando se tiene que serlo, con reclamo de justicia, con humildad en el éxito, con generosidad y comprensión, con dignidad en el fracaso, con espíritu de servicio y con autoridad moral.

De alguna forma, o más bien de muchas formas, ella viene a hacerme conciente que hay más para mi persona.
Nuevamente fijo mi mirada en su féretro y percibo cómo a pesar de su corta estatura, ella parece invadir y trascender su última morada.
Mtro. Enrique Figueroa Romero y Xóchitl Figueroa López de Ocadiz






sábado, 10 de julio de 2010

Villa Juárez, Nayarit 9

Retablos de El Pino en Casa de Alberto Enrique.

¡Dios Mío! Retorna tu universo y dame el ayer. Henry A. Jones

En septiembre de 1964, de la zona escolar serrana cambié a la histórica 10ª zona escolar con cabecera en Santiago Ixcuintla. El inspector escolar Ernesto Flores Cobos me asignó a la Escuela Primaria Federal “Lic Manuel Gual Vidal” de la comunidad de Villa Juárez. En esta escuela tendría que realizar la comisión de Director y la función de profesor de grupo, éste sería el que escogiera por “derecho no escrito del director”, por lo tanto, con la idea del Profesor Cíclico, me adjudiqué el 5º grado con la intención de tenerlo también como 6º. Lo anterior fue el principio de una dichosa estadía de 2 lustros, tiempo en el que me ocupé en cuerpo y alma a la labor administrativa y docente determinada por mi nombramiento.

Villa Juárez no era una comunidad de privilegio para el magisterio, pero era menos castigo que ir a trabajar al Toro Mocho, Campo de los Limones o Mexcaltitán. La que se llamó originalmente El Pozole o la Trozada, tenía algunas ventajas que la hacían simplemente aceptable, tales como: buena comunicación, era un poblado de los grandes del municipio, su escuela era de organización completa, para experimentar había una escuela secundaria por cooperación, había centro de salud, no se tenía que cargar silla para asistir al “cine de cuatrojos”, se podía jugar billar en el casino de La Bruja Roja, se comía bien con el siempre recordado Pepe Madrigal, los jóvenes eran deportistas, había recursos económicos, su agricultura era floreciente, los vecinos colaboraban y los alumnos tenían fama de ser de los más inteligentes en la zona escolar.

Durante mis 46 años de servicio y los 30 como profesor de banquillo, manejé muchos grupos de primaria, secundaria, bachillerato y de especialidad en asignaturas, nunca tuve dos grupos iguales, sus características fueron disímiles. En Villa Juárez atendí: grupos de primaria, impartiendo todas las materias de estudio, pero dando preferencia al español, las matemáticas y la historia; y en secundaria impartí las matemáticas. El grupo de 5º que atendí, fue estoico, jamás de los jamases, hubo quejas por las condiciones del aula, la falta de cristales o el mobiliario incompleto, nada impidió que se alterara el buen ritmo de trabajo, que se cumpliera con responsabilidad, que se actuara en libertad y que los impedimentos influyeran en el éxito del trabajo escolar.

Al final de cada año escolar, los profesores acostumbramos a calificar a los grupos escolares con los que trabajamos, de acuerdo a como nos haya ido con ellos. Hay grupos, casi siempre la clasificación es tan simple como esto: muy buenos, buenos, regulares y para no “voltear a verlos” como decía mi padrino Faustino Castañeda. Mi primer quinto grado en Villa Juárez, fue cómodo, inquieto, trabajador, integrado, organizado y en suma “para recordarlo siempre”, pero deseo remarcar una característica tan especial entre sus integrantes, a pesar de la amistad que se practicaba, entre ellos había una inmensa competitividad determinada por el origen familiar, la cual se presentaba en el estudio, en el deporte, en la cultura o en lo social, es decir, un Casillas no podía ser menos que un Virgen, un López, un Prado, un Patrón, un Guzmán, un García o un Madrigal, situación positiva que convertía al trabajo escolar en una permanente competencia.

No todo era fácil dentro de ese sano antagonismo. Seleccionar individualmente a alguien considerando al mejor alumno, para hacerlo se debería cuidar la opinión paterna o materna que se originaría en la comunidad, así, el problema que se me presentó para seleccionar el mejor alumno de 6o. grado que competiría por la Zona Escolar y que de ganar iría a la Ciudad de México D. F. a saludar al Presidente de la República. De veinticinco alumnos, seleccioné a los 15 mejores y les apliqué un examen de selección el cual fue resuelto al cien por ciento por 12 de ellos, de ahí para adelante, la decisión sería por el “clásico dedazo” ante la mirada amenazante de mis alumnos: “cuidado con equivocarte Figueroa”. No me equivoqué, escogí a Alfonso Galván, quien a la postre ganó el concurso de Zona Escolar con el 100 % de aciertos, pero, cualquiera de los otros once “hubiera hecho lo mismo”.
De 1964 al 2010, 46 años, es indudable que la memoria falla y en este “reandar lo andado” de hacer una lista de los alumnos de mi Primer Quinto Grado en Villa Juárez, lo más probable en suceder es que la relación fallaría por olvido de sus apelativos, no obstante daré a conocer estos en el orden como los fui recordando:

Zoila y Héctor Casillas, Flor de la Luz y Everardo Patrón, Concepción González, Rosa Madrid, Eva Guzmán, Humberto Huerta, Víctor Manuel Madrigal, Dagoberto González, Jorge López García, El Chato Bernardo, Vilialdo Patrón, Alfonso Galván, Raymundo Patrón, Ismael Casillas, …, otros y entre ellos “El Torruco” .