La Puerta de El Nayar.
1963-1964. Pueblo que apenas rebasaba la condición de poblado, situado en la entrada de la Sierra Madre Occidental, aquí se realizaba todo el comercio que fluía, como decía Don Necho, de “arriba hacia abajo y al revez, principalmente de ganado (vacuno) y chivos de allá para acá y de regreso, abarrotes, mercería, telas y lo necesario para la vida de los serranos”. De San Juan Peyotán a El Venado, los arrieros hacían 3 días en remuda por el camino real, hacer ese recorrido era una aventura que emocionaba, actualmente, es parte de la carretera Ruiz-Zacatecas que está a punto de ser una realidad y una apertura al progreso del pueblo, por que en 42 años ha ido en paulatino retroceso.
La región donde está enclavado este pintoresco rincón a la vera del río San Pedro, mantiene grandes atractivos ecológicos, su flora es exuberante y su fauna es variada, todavía hay espacios boscosos y densos, donde abundan venados de cola blanca y los arroyos de Malpaso, Tenamache y El Salto, todo para un gran disfrute natural. La población venadeña es por costumbre, muy amable, hospitalaria, tranquila y pronta a atender a quien los visita, principalmente, los “profesores” son especialmente atendidos, no obstante tantos motivos agradables, cuidan mucho que se les cumpla en las responsabilidades que deben prodigarles.
Hace 42 años, solo contaba con una escuela primaria, la Ramón Corona, que tenía una inscripción de 100 alumnos. Actualmente hay dos primarias, un jardín de niños y una escuela secundaria, que son más que suficientes para atender una población escasamente superior a la de entonces. En aquel entonces, quien podía mandaba a sus hijos o hijas a seguir estudiando fuera, los que no estaban en condiciones mandaban a sus hijas a trabajar y casarse a USA y los hijos se quedaban a ayudar a su papá como se pudiera, situación que dio motivo a que los jóvenes desahogaran sus inquietudes a través del deporte, por lo tanto, el profesor deportista caía “como anillo al dedo” y tenía, además de aceptación general, el gusto de participar con los jóvenes en toda competencia deportiva municipal, ese año, los lugareños, los venadeños que estudiaban fuera y el profesor Enrique, integramos equipos imbatibles de básquetbol, voleibol y béisbol. Justo es que haga una mención especial para Cipriano Cayetano “Chipango”, gran amigo, mejor vecino y buen papá, que, en el buen sentido del concepto, lo mismo me “servía para un barrido que para un trapeado”, es decir, fue un gran apoyo en mis actividades extraescolares.
En octubre de 2003, al ganar el concurso escalafonario de la plaza de Inspector de Escuelas Secundarias, la acepté de inmediato, ya que para mí representaba la gran oportunidad de regresar a El Venado, ese hábitat que me atraía por los recuerdos de mi juventud magisterial. Cuando me dieron mi nombramiento, no esperé ni siquiera que me fueran a presentar a la zona de adscripción con cabecera en Tuxpan Nayarit, de inmediato, el primer día de Inspector Escolar hice mi primera visita de supervisión y la realicé en la Secundaria “Venustiano Carranza” de El Venado, sintiéndome con la misma exaltación del joven profesor de 21 años que en 1963 se presentó a trabajar a la primaria rural del lugar. Si hay un lugar donde la Anne, de la narrativa de Galeano, “a diario empuja con sus brazos al astro al amanecer para que ilumine y lo acuesta por la noche en el horizonte”, ese lugar tiene que ser: El Venado.