lunes, 28 de abril de 2008

El Venado, Nayarit.


La Puerta de El Nayar.


1963-1964. Pueblo que apenas rebasaba la condición de poblado, situado en la entrada de la Sierra Madre Occidental, aquí se realizaba todo el comercio que fluía, como decía Don Necho, de “arriba hacia abajo y al revez, principalmente de ganado (vacuno) y chivos de allá para acá y de regreso, abarrotes, mercería, telas y lo necesario para la vida de los serranos”. De San Juan Peyotán a El Venado, los arrieros hacían 3 días en remuda por el camino real, hacer ese recorrido era una aventura que emocionaba, actualmente, es parte de la carretera Ruiz-Zacatecas que está a punto de ser una realidad y una apertura al progreso del pueblo, por que en 42 años ha ido en paulatino retroceso.

La región donde está enclavado este pintoresco rincón a la vera del río San Pedro, mantiene grandes atractivos ecológicos, su flora es exuberante y su fauna es variada, todavía hay espacios boscosos y densos, donde abundan venados de cola blanca y los arroyos de Malpaso, Tenamache y El Salto, todo para un gran disfrute natural. La población venadeña es por costumbre, muy amable, hospitalaria, tranquila y pronta a atender a quien los visita, principalmente, los “profesores” son especialmente atendidos, no obstante tantos motivos agradables, cuidan mucho que se les cumpla en las responsabilidades que deben prodigarles.

Hace 42 años, solo contaba con una escuela primaria, la Ramón Corona, que tenía una inscripción de 100 alumnos. Actualmente hay dos primarias, un jardín de niños y una escuela secundaria, que son más que suficientes para atender una población escasamente superior a la de entonces. En aquel entonces, quien podía mandaba a sus hijos o hijas a seguir estudiando fuera, los que no estaban en condiciones mandaban a sus hijas a trabajar y casarse a USA y los hijos se quedaban a ayudar a su papá como se pudiera, situación que dio motivo a que los jóvenes desahogaran sus inquietudes a través del deporte, por lo tanto, el profesor deportista caía “como anillo al dedo” y tenía, además de aceptación general, el gusto de participar con los jóvenes en toda competencia deportiva municipal, ese año, los lugareños, los venadeños que estudiaban fuera y el profesor Enrique, integramos equipos imbatibles de básquetbol, voleibol y béisbol. Justo es que haga una mención especial para Cipriano Cayetano “Chipango”, gran amigo, mejor vecino y buen papá, que, en el buen sentido del concepto, lo mismo me “servía para un barrido que para un trapeado”, es decir, fue un gran apoyo en mis actividades extraescolares.

En octubre de 2003, al ganar el concurso escalafonario de la plaza de Inspector de Escuelas Secundarias, la acepté de inmediato, ya que para mí representaba la gran oportunidad de regresar a El Venado, ese hábitat que me atraía por los recuerdos de mi juventud magisterial. Cuando me dieron mi nombramiento, no esperé ni siquiera que me fueran a presentar a la zona de adscripción con cabecera en Tuxpan Nayarit, de inmediato, el primer día de Inspector Escolar hice mi primera visita de supervisión y la realicé en la Secundaria “Venustiano Carranza” de El Venado, sintiéndome con la misma exaltación del joven profesor de 21 años que en 1963 se presentó a trabajar a la primaria rural del lugar. Si hay un lugar donde la Anne, de la narrativa de Galeano, “a diario empuja con sus brazos al astro al amanecer para que ilumine y lo acuesta por la noche en el horizonte”, ese lugar tiene que ser: El Venado.

San Rafael, Nayarit 3


Gestión Escolar.


Sep. 1962-1963. En el desempeño del servicio educativo es bueno contar con suerte, con amigos o buenas relaciones para conseguir los objetivos que se señalan en el Plan de Tabajo que se elabora al principio de año escolar. En San Rafael, había muchas necesidades y pocos los recursos económicos, por eso, para hacernos de mobiliario por el incremento de la población escolar, arreglar el techo muy deteriorado por lo abundante de la temporada de lluvias que acababa de pasar y tener asegurado el sueldo de la maestra comunal, hicimos con las firmas de los vecinos del lugar, una solicitud para que se permitiera a la comunidad cortar y labrar una cantidad de pies cúbicos de madera de guanacaste que solventara el proyecto.


La solicitud se la presentamos a un jefe forestal de semblante amodorrado, mal vestido y de hablar grosero, que daba la impresión que se incomodaba con cualquiera que interrumpiera su aletargamiento, así que en desventaja para nosotros, leyó la solicitud y de inmediato sin descomponer la figura, vociferó con los vocablos tabasqueños más floridos, algo como esto: “Ustedes hijos de la tal por cual, quieren todas las comodidades para algo que deberían de solventar de sus bolsillos, ¡ah! pero los señores quieren un permiso para que amparados en él puedan explotar sus montes de guanacaste cuando ya se acabaron los cedros, caobas y amapas”, desarmados por lo intempestivo de la agresión y al ver que no hubo reacción de nuestra parte, el hijo de su rechinadora ya crecido, agregó: “en mi tierra, el “terible Garrido Canabal” llevó la educación a todos los rincones de Tabasco y nadie se atrevió a pedir nada para ello, el asiento fue una piedra, la mesa las piernas, una pizarra los cuadernos, una tisa el lápiz y una plantilla el libro, con ello, Tabasco es de los estados de la federación más alfabetizados”. El funcionario dispuesto a seguir fue interrumpido por un joven alto, moreno, atlético y de hablar pausado pero decidido, quien habiéndose dado cuenta de los exabruptos del forestal, de manera tronante dijo: ¡cálmese Ingeniero!, en su tierra serán muy “camisas rojas”, pero en la nuestra que es ésta de donde Usted come, por menos de lo que ha dicho los malos funcionarios se han ido, así que si quiere preservar su empleo, modérese y otórguele el permiso a quienes están sirviendo patrióticamente a su comunidad. Con el semblante descompuesto y sin mediar palabra, tomó un block y a mano extendió el permiso. La comisión gestora con una sonrisa irónica nos despedimos del funcionario y cuando quisimos hacerlo del improvisado líder, se había retirado sin dar oportunidad para ello.


Con el tiempo, en una cancha de básquetbol de la UAN jugando una “cascarita”, me encontré con un deportista consumado que gozaba de la simpatía de todos los “cascareros” de las canchas populares, ese joven era el que me había tendido la mano en mi gestión educativa, fue entonces, cuando me enteré que llevaba por nombre Francisco Perales, que era un profesor normalista que no ejerció por dedicarse, de lleno y con mayor amplitud, a liberar de la explotación y la servidumbre a los de su condición agrarista y que era un funcionario de lo más cumplido y honesto que tenía en Nayarit la Confederación Nacional Campesina. Desde entonces, le guardo gratitud, respeto y reconocimiento a Perales, a él, “todavía joven” como nos presume a todos los “cáscaras” contemporáneos, se le encuentra trotando o canasteando en los lugares que se han construido para ello y sin mediar interés de por medio, se dedica a apoyar moralmente a los amigos que requieren de su compañía como apoyo espiritual
.